Licenciado en Geografía e Historia, especialidad Historia del Arte por la Universidad de La Laguna.
ASENTAMIENTO Y EVOLUCIÓN DE LA TRAMA URBANA DE AGAETE
El hábitat y el contacto con la población aborigen.
Al analizar el asentamiento y evolución de la trama urbana de Agaete, es preciso tener en cuenta los condicionantes fundamentales que imperan en el modo de hábitat de todo entorno, son aquellos que emanan de los factores medio ambientales. Estos no son los únicos, ya que el bagaje cultural y la infraestructura socioeconómica tienen una importancia a veces superior. No obstante y de manera particular, la arquitectura popular del municipio está ligada al primero por sus cuestiones específicas aunque en el inicio de su poblamiento se reservó de su contacto con la población aborigen.
Por sus propias características, al menos en la superficie que nos ocupa, en el curso bajo del valle los terrenos cultivables escaseaban, –muchos de ellos son obra del enorme esfuerzo del campesinado agaetense– lo que nos indica que el asentamiento poblacional se hace en el lugar más idóneo dentro de la variedad geomorfológica. Es decir, la margen izquierda, aguas abajo del Barranco Real de Agaete, se ha dedicado a zonas susceptibles de cultivarse, mientras en la Villa de Arriba, a ambas márgenes del citado barranco, la irregularidad del terreno no ofreció garantías suficientes para erigir el núcleo principal.
Estos condicionantes físicos no son realmente las premisas fundamentales. Desde la antigüedad, todas las poblaciones han tenido en cuenta una serie de normas naturales observables por el hombre, aireación y buena exposición al sol, situación de las viviendas y emplazamientos de las necrópolis o cementerios[1].
Villa de Arriba y de Abajo.
A interrogantes de por qué se establecen en lo que llamamos “Villa de Abajo” y no en otro emplazamiento, o el por qué de esta clásica separación de “Villa de Arriba y de Abajo”, es aquí donde reside la parte más interesante. La población no solo se emplaza en el lugar idóneo sino que encuentra unos factores de por sí ya naturales o preestablecidos.
En este contexto, la población del “lugar” se instala fuera del alcance directo de la necrópolis del Maipez de Arriba, territorio ancestral, sagrado, mágico por excelencia, del pueblo aborigen que formó parte del primitivo Gayerte. Este alejamiento, como medida higiénica o tabú, fue desbordado a partir del siglo XVIII culminando en el XIX, cuando la población, en una de las etapas más importantes de su historia, crece y amplía su emplazamiento original para convivir, destruir y respetar en otras, donde tuvo efecto el primer asentamiento del enclave aborigen antes de la conquista. Testimonio de lo expuesto lo presenciamos en las diferentes cuevas habitacionales y silos descritas por Sebastián Jiménez Sánchez, en las cuales se han encontrado una diversidad de elementos arqueológicos que nos indican su medio, su forma de hábitat y su alimentación[2].
SIGLO XVI. Villa de Abajo: La Concepción |
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SIGLO XVII-XVIII. Villa de Abajo: La Concepción y San Sebastián |
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SIGLO XIX. Ensanche. Villa de Arriba: calle Nueva del Sol, Las Peñas, Cruz Chiquita y Barranco Santo. Villa de Abajo: San Sebastián, Barrio de Pescadores y Las Chisqueras |
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SIGLO XX. Espacios de urbanización reciente |
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Terrenos de cultivos |
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Zonas montañosas |
Calle San Francisco testimonio de la población aborigen.
Pero estos exponentes no son únicos. En un rastreo visual obligado y siguiendo el escarpe sinuoso de toba volcánica, hemos inventariado un número determinado de cuevas con la misma estructura y características, que muestran a la estación arqueológica de San Francisco, un testimonio fehaciente del enclave poblacional aborigen. En la actualidad se utilizan como alpendres, pajares y graneros.
Emplazamientos que determinan las funciones otorgadas por los aborígenes al territorio.
Fuera de este escenario nos encontramos con la necrópolis de los Cascajos de Arriba, cementerio aborigen que sobrecoge al espectador. A ambas márgenes y en diferentes puntos estratégicos, algunos de difícil acceso, se localizan una diversidad de estructuras propias de esta cultura transformada en cuevas habitacionales y de enterramientos como el complejo troglodita de Chapín. Interesantes son las estaciones arqueológicas del Lomo de San Pedro, de La Culata, de Los Berrazales, la necrópolis de los Acarreaderos y el poblado troglodita de El Sao.
Los enclaves citados confirman el riguroso alejamiento de la población castellana y arropan a la “Villa de Arriba”, junto al curso medio y alto del Valle del Gayerte como núcleo preferencial de emplazamiento cantonal. Apoyan las deducciones los hallazgos encontrados en la nueva estación arqueológica denominada “Villa de Arriba”, que contribuye a apoyar este capricho humano, en la que el topónimo de “Villa de Arriba y de Abajo”, tiene sus inicios en la propia historia ensalzados por los mismos ciudadanos[3].
Los núcleos de población siguieron los antiguos emplazamientos de los conquistadores al roturar las tierras. Actualmente cumplen la misma función, aparte del ejemplo citado, adquiere mayor importancia el condicionante físico en los caseríos históricos y de medianías.
El hombre transforma el paisaje.
En el primero, las antiguas viviendas se emplazan y se escalonan por las laderas de Bizbique y en torno al eje de penetración donde se ubica el caserío de San Pedro. De este modo, el aprovechamiento de las terrazas a ambas márgenes del barranco es total. Este proceso diferenciador se muestra plenamente en El Hornillo. Allí, donde el espacio cultivable es reducido y escalonado hasta la misma pared del barranco, el hombre ha transformado el paisaje en numerosos bancales.
Debido a su peculiaridad, el hábitat se ha refugiado a los pies de la masa rocosa, aprovechando las oquedades naturales para transformarlas posteriormente en cuevas-viviendas. Se aprecian aspectos físicos como la orientación de los edificios al oeste, de forma que la fachada esté expuesta el mayor tiempo posible al sol según su trayectoria.
A pesar de todo, entidades como la Vecindad de Enfrente, lo hacen en sentido contrario por los motivos aludidos. Se tiene en cuenta la componente de los vientos reinantes, evitan igualmente el choque frontal de las precipitaciones dominantes impidiendo el choque frontal con las fachadas.
Estos elementos naturales emparentan la arquitectura de San Pedro y caseríos aledaños con el centro de la Isla, con un régimen de precipitaciones más elevado que en el casco urbano. En general se rehuye edificar en sitios llanos y desabrigados, expuestos a todos los tiempos. Una vez más, el factor físico condiciona la forma de construir y la tipología volumétrica de las estructuras habitacionales, motivadas por la graduación de los diferentes pisos climáticos y motivando la gran variedad de los materiales, así como la utilización diversa de su sistema de cubrición.
Asentamiento de importantes familias de la burguesía Gran Canaria en Agaete.
El carácter socioeconómico de los moradores constituye otro argumento de indudable peso. La centuria pasada es para la Villa un siglo notable, contribuyendo al asentamiento y engrandecimiento de importantes familias de la burguesía isleña, que a raíz de las desamortizaciones producidas concentran aún más el espacio agrícola[4]. Concentración que tiene como punto de arranque la usurpación de aquellas tierras de realengo que habían quedado sin repartir ni colonizar a finales del siglo XVII y principios del XVIII.
Su función principal, aparte de la utilización de los montes para el aprovechamiento de madera y leña, era zona de pastoreo común, sin llegar a ser patrimonio del Cabildo –del común–, sino de la corona. La aglomeración de la tierra presupone un poder socioeconómico, cuyo reflejo se evidencia no sólo en la terratenencia sino en la magnificencia de sus viviendas, en un modo diferente de construir, en la utilización de materiales nobles y ricos puestos de manifiesto en sus fachadas ampulosas. Junto a este tipo de estructura existen otras edificaciones de carácter más humilde por los recursos empleados.
Los europeos en el Gayerte aborigen.
Con la penetración del hombre europeo al Gayerte aborigen, aún sin finalizar la conquista, surgen como primera advocaciónhistórica la dedicada a la Virgen de Las Nieves, emplazada primeramente dentro del recinto amurallado de la “Torre-Fortaleza”, aprovechando algunas de sus dependencias. No obstante, esta edificación es puramente de carácter defensivo, completamente al margen del culto religioso. La primera construcción religiosa cabalga paralelamente bajo los auspicios de Nuestra Señora de la Concepción.
El comienzo de la historiografía del municipio deja entrever el capitán Alonso Fernández de Lugo como el propulsor del primer asentamiento poblacional. Remontándonos al hecho conquistador observamos que la rada de Las Nieves tuvo diferentes contactos con la civilización europea antes de su incorporación definitiva a la corona de Castilla:
“…Mandó Pedro de Vera embarcar lo necesario, y rodeando la Isla halló por puerto capaz el del Gaete. Cerca de la playa halló una buena y grande casa, capaz; que era fama ser fábrica y habitación de los mayorquines, que estas
Islas frecuentaban antes de la venida de Juan de Bethencourt, de 1360 en adelante…”[5].
Por lo tanto, el primer exponente de la civilización castellana tiene lugar en los aledaños de Las Nieves, transformada en vivienda-oratorio-fortaleza, iniciándose al tiempo la primera fase del asentamiento poblacional, unido evidentemente al ciclo económico predominante[6].
Según el profesor Martín Ruiz, el modelo de crecimiento poblacional de la comarca está de acorde con unas pautas propias y originales, apreciándose desde la conquista hasta la segunda mitad del siglo XIX, cómo la población aumenta sus efectos de manera continua y casi lineal. Propiciada al no existir crisis de larga duración, sólo obstaculizada por periodos cortos, agrarios o de subsistencia[7]. Finalizada la conquista y efectuados los repartos de tierras, las zonas de costa y las márgenes inferiores de los barrancos son las primeras en colonizarse.
La transformación del paisaje
Los primeros trabajos consisten en transformar los terrenos incultos en tierras de labores, ocupándolas el llamado ciclo tradicional de la caña de azúcar, acompañada por una parcelación reducida de viñas. Por consiguiente, a finales del siglo XV y primera mitad del XVI, la zona ocupacional lo es en la costa, condicionada indudablemente por la carencia de una infraestructura viaria y económica adecuada. No obstante, en 1585, hay una población de 20 vecinos en torno a una sola pila, el escaso poblamiento indica la pobreza del lugar[8].
Prevalecen los cultivos de viñas, frutales y hortalizas[9]. Se establece un régimen de aparcería en el sistema de explotación, comprometiéndose el propietario a proporcionar todos los instrumentos, materiales y simientes para poner en marcha dicho arriendo, mientras el arrendador debe mantener la huerta bien cuidada y poblada de hortalizas. Dentro de la producción agrícola destacan las superficies destinadas a sembraduras, en mayor medida trigo.
Sin embargo, se recurrió a su importación desde Tenerife y La Palma, porque su precio era más barato que el de la tierra[10]. La actividad agrícola confirma a la rada de Las Nieves como el medio de comunicación más eficazdentro del aislamiento que sufre la comarca por la carencia de carreteras. Al respecto, las importaciones de trigo tienen su destino por el puerto.
Cumpliendo también con una importante labor durante el poderío de la caña de azúcar siendo uno de los puertos por donde se concierta su embarque con destino a Amberes[11]. Durante el siglo XVII se acrecienta su actividad primordial en el transporte de mercancías hacia Tenerife. Llegando a su máximo desarrollo en la segunda mitad del siglo XIX, localizándose en su recinto una pequeña industria artesanal de construcción de barcos[12].
El ingenio azucarero, los esclavos y la población morisca.
De sustancial importancia para el conocimiento de esta etapa histórica es la considerable presencia que tiene la mano de obra esclava vinculada a la hacienda del lugar[13], así como el destacamento de población morisca si la comparamos con otras entidades de población. Los datos recogidos nos cifran en 1595 un total de 14 moriscos, uno de ellos esclavo[14].
Este grupo étnico tuvo una gran capacidad de influencia al permanecer hasta nosotros los topónimos de Las Moriscas, la Cueva de El Moro y El Turmán. La segunda fase de ocupación del espacio comienza a finales del siglo XVI y principios del XVII, a medida que escaseaban en la costa las tierras susceptibles de regarse con las técnicas disponibles. Se fueron roturando especialmente los barrancos por sus recursos hidráulicos, practicándose en las zonas marginales la explotación ganadera[15].
Esta segunda etapa llega a cubrir parte del siglo XVIII, observándose un notable crecimiento de la población dentro del cómputo general. El aumento se ve salpicado por leves periodos epidemiológicos y a las anomalías del sector agrario, propiciadas por la caída de la caña de azúcar, aunque en la Villa permanece como cultivo importante hasta la segunda mitad del siglo XIX, reemplazada luego por la vid[16].
Para el lugar, el obispo Cámara y Murga, establece en 1634 un censo de 40 vecinos[17]. En la segunda mitad del XVII y entre los años comprendidos desde el 1676 a 1688, el aumento de la población va desde los 327 a los 470 habitantes[18]. El Dr. Martín Ruiz, da un crecimiento sobre el orden de 0’94, superior al de la Villa de Guía con 0’83[19]. La tercera fase tiene lugar a finales del siglo XVII y principios del XVIII, en base al aprovechamiento del espacio agrícola en aquellos lugares capaces de explotarse atendiendo a la aclimatación de los nuevos cultivos y a la reducción periódica de las epidemias. La roturación se vincula a los caseríos de medianías y con ello su consiguiente poblamiento.
Población siglos XVII – XVIII y el asentamiento y evolución de la trama urbana de Agaete.
Por este motivo existencial, surgen las entidades de Guayedra con 18 habitantes, El Risco con 12 y El Valle con 13[20], todos bajo una cota no superior a los trescientos metros de altitud. En la primera mitad del siglo XIX aparece el primer núcleo de medianías, El Hornillo, situado a unos 700 metros sobre el nivel del mar, aunque existen referencias en la centuria anterior.
El crecimiento no es continuo, sino que se interrumpe por crisis periódicas, producidas por malas cosechas o por la mortalidad epidémica. No obstante, la tasa de crecimiento sigue siendo superior con respecto a sus vecinos norteños en 1’8 en el periodo comprendido entre 1686 y 1735 con 300 y 714 habitantes respectivamente[21].
En 1737 el obispo Pedro Manuel Dávila y Cárdenas en su descripción del lugar dice que consta de 168 vecinos, repartidos en Guayedra con 18, 12 para el barrio de El Risco y 30 para los pagos emplazados en El Valle[22].
Según el censo de Aranda en 1772 el lugar tiene una población de 868 habitantes[23]. En 1779, Hermosilla dice que hay 924 personas repartidas en los caseríos históricos citados[24], mientras que Floridablanca en 1787 establece 999 habitantes[25].
Roturación clandestina de las tierras de realengo en favor de la burguesía.
En definitiva, en la tercera fase tiene lugar una importante ocupación del espacio a través de la roturación clandestina de las tierras de realengo, fomentándose la concentración y el enriquecimiento de las grandes familias: Castillo y Manrique. Durante el siglo XIX la consolidación económica es un hecho, con ella, el auge poblacional, y por consiguiente, el desarrollo de la trama urbana. En este sentido Escolar y Serrano es muy certero:
“…El cultivo de las tierras de Agaete alcanza las 3/4 partes del territorio; las mejores se dedican a maiz, y las inferiores a trigo y cebada. El regadío se extiende a 450 fanegadas. Las tierras dedicadas a granos suelen producir 10 fanegas por fanegada.
Aunque en lo antiguo se dice eran mayores las cosechas, en la actualidad hay más población y se han producido adelantos en los métodos de cultivo”[26].
Siglo XIX y el cólera morbo en el asentamiento y evolución de la trama urbana de Agaete.
Como se observa, el maíz constituía la base de la alimentación, creándose en su entorno un complejo artesanal, plasmado en la proliferación de molinos harineros. En esta centuria la evolución de la población es sorprendente, considerándose como espectacular, aunque alteradas por las malas condiciones atmosféricas que afectaban a la agricultura y a las epidemias que producen un ligero estancamiento en diferentes periodos. En general la comarca decreció aunque el vecindario de Agaete fue el único que se vio libre del cólera morbo en 1851. Los datos se pueden comprobar con las tasas de mortalidad presentadas por el Dr. Martín Ruiz que para el lugar se mantiene incluso inferior a años atrás[27]. A pesar de que en 1812 se constata en los archivos parroquiales una epidemia en el municipio, sin indicarnos su magnitud[28]. A continuación surge un periodo de recuperación, extensiva en Moya y en Agaete, con una población hacia 1860 de 2.501 habitantes[29].
Vega de gran fertilidad.
Al inicio del presente siglo era de 2.835, aunque antes de la crisis de la cochinilla, en 1897, su población era de 3.137 en 1887[30]. El alto grado de concentración es sorprendente, sobre el 97’1%, habitando en la zona de costa y medianías. Hacia 1860, aparece el núcleo de cumbres de Tamadaba, con un edificio habitado constantemente. Su peculiar topografía retardó el asentamiento[31]. Déniz Grek, en 1854, define a este enclave geográfico como una vega de gran fertilidad, produciendo maíz, trigo, cebada y centeno, así como legumbres, papas, higos, melocotones, agrios y almendros, además de vino, cochinilla, lino y queso, contando con una población de 537 vecinos que conforma 2.041 almas[32].
Sin olvidarnos la importancia que tuvo el café y el tabaco, siempre al amparo de la familia de Armas, que por su calidad eran vendidos y exportados, además de ocupar un puesto de privilegio en las exposiciones de carácter agrícola que se celebraban. En 1890 Verneau introduce una nota de color al describir sus impresiones sobre la Villa, indicando otras actividades económicas no citadas y que redundan en una mejora sustancial y por lo tanto de un aumento notable de su población[33].
Las citas de Cipriano Arribas y Sánchez contribuyen a apoyar la importancia histórica de la centuria[34]. Datos que consolida la última etapa, unas veces aumentando su población y en otras manteniéndolas con un índice inferior con respecto a sus vecinos de la comarca del norte. Así de la gran cantidad de caseríos y pagos y de la extensión considerable de tierras labradías, el panorama actual es de completo abandono.
Consecuencia del trasvase progresivo de la población hacia otros sectores que generan mejores riquezas, cayendo en desgracia y en un abandono total la agricultura, motivada en gran parte por la concentración de la propiedad, que no ha ligado al campesino al terruño[35]. En definitiva, las entidades de población surgen allí donde existían grupos étnicos preestablecidos, salvo casos que no entramos a dilucidar. Por otra parte, su crecimiento está de acorde con la importancia del emplazamiento elegido.
Cinco centurias de configuración urbana.
Es difícil intentar resumir aproximadamente 500 años de configuración urbanística cuando las fuentes documentales referentes a su trama urbana son escasas, al tratarse de una entidad de población que, si bien tiene un puesto dentro del contexto grancanario, no tiene ese cariz diferenciador de una ciudad como Las Palmas, Telde, Santa Cruz de Tenerife o La Laguna, por citar las más importantes. Este municipio tiene motivaciones de todos conocidas para su configuración, en cambio y debido a su crecimiento retardado y al no tener perspectivas halagüeñas dentro del panorama isleño, no fue atractivo suficiente para que aconteciese lo mismo que con las anteriores citadas.
Transformación de las tierras baldías en cultivables.
Hechas las paces y finalizado todo inicio de enfrentamiento, comienzan los repartos de tierras, el cultivo de la caña de azúcar, la canalización de aguas y la transformación de las tierras baldías en terrenos cultivables, por consiguiente, la arribada de gentes al Gayerte aborigen, la prosperidad y riqueza del lugar. En consecuencia, el plan ordenador o si se quiere la urbanización del mismo. Este acontecimiento comienza en las últimas décadas del siglo XV y tiene su gesta visible en la edificación de la iglesia matriz de Nuestra Señora de la Concepción, como elemento aglutinador-encauzador de la nueva-antigua trama urbana de lo que es hoy la Villa: se está gestando la “Villa de Abajo”.
La primera edificación de Agaete.
No obstante, el origen de la arquitectura lo encontramos precisamente cuando se inicia el desembarco por la comarca, aunque a decir de ciertos cronistas e historiadores, la primera edificación se solidifica en base a una antigua construcción:
“Esta llamaban los canarios Roma. Es cuadrada de a 25 pasos cuadra. Por fuera tiene muchos paredones y casillas llenas de huesos de gentiles. Es toda de piedra seca, igualmente puestas las piedras que parecen una sola, tal es su igualdad y ajuste, sin mezcla de cal y barro y de grueso de dos varas o siete palmos muy largos. De ella al mar se sigue un paredón con saeteras a modo de murallas; la puerta angosta a la parte del sur. En ella se fabricó el fuerte, subiendola de tapias y maderos de tablas de palmas y en dos meses se acabó”[36].
Descripción generalizada en cuanto a su origen italiano, cumpliendo en principio la función de adoratorio, albergando posteriormente las mesnadas castellanas que a la postre pondrían fructíferamente fin a la conquista[37]. A pesar de este primer exponente, no podemos pasar por alto la importante tradición arquitectónica de la población aborigen. Sus estructuras son variadas, pasando de la generalidad de su forma elíptica al exterior a formas diversas en el interior –cuadrangular, circular, etc.–[38]. Su emplazamiento es en aquellos lugares improductivos y estratégicos.
Todo su organigrama se desarrolla dentro de una única dependencia, estableciendo un número reducido y relacionado con ella, fuera del alineamiento. Su sistema de cubrición es a base de ramajes sobre estructuras de maderamen, que junto a las grandes piedras trabajadas al interior, la ausencia de cimentación y el blanqueado del recinto, constituyen la mejor muestra de su arquitectura. Estas reflexiones son apoyadas por las descripciones de Sabino Berthelot en pleno siglo XIX[39].
El surgimiento de los llamados caseríos históricos, finales del XVII principios del XVII en el asentamiento y evolución de la trama urbana de Agaete.
A medida que concluye el siglo XVI, se va confirmando el ascenso en altura a la búsqueda de nuevos terrenos, pensándose en un arranque tímido de la Villa, aunque exento de lógica urbanística. Al respecto las deducciones del profesor don Elías Serra Rafols para la ciudad de La Laguna:
“Falta de planos. Sin ordenación ni plaza central, explicado quizás por el origen andaluz de sus moradores”[40], puede ambientar el comienzo del urbanismo agaetense, teniendo presente que su reducida población y sus características específicas, sólo inducen a pensar en un conato de urbanización en torno a la iglesia matriz, aunque con enormes vacíos por la vinculación de las estructuras habitacionales a la tenencia de la propiedad agrícola.
Con otro signo diferenciador se nos presenta el siglo XVII, centuria donde se registran los primeros censos de edificios que conocemos, que nos van guiando hacia la consolidación de su formación con entidad de pueblo completamente estructurado. Así, en el año 1676 tiene un total 327 habitantes con un censo de 88 casas, pasando a tener en 1688 un máximo de 104 casas para 470 habitantes[41]. Corroborando la configuración del núcleo principal, pero siempre bajo el conato de una calle principal y callejones aledaños.
No obstante, su devenir histórico va confirmando su auge demográfico y su poder económico, como muy bien nos lo describía en 1646 el licenciado López de Ulloa[42]. Hacia la segunda mitad de la centuria se edifica la ermita de San Sebastián, bajo el patronato del capitán Alonso Imperial, según testamento del 14 de junio de 1690[43], dando opción al alargamiento de la trama urbana a partir del siglo XIX, permaneciendo entonces aislado y constituyendo un cinturón de protección ante las epidemias y enfermedades[44].
Reconstrucción urbana y ensanche de la Villa de Agaete en el siglo XIX. Elaboración: Antonio J. Cruz y Saavedra.
Estructuras habitacionales |
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Espacios libres y casas reformadas en el siglo XIX |
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Calles y vías de acceso |
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Recintos religiosos |
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Terrenos de cultivos y zonas verdes |
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Alpendres y chozas |
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Estanques |
El siglo XVIII es prolífero en referencias para nuestro estudio. Tiene lugar la tercera fase de ocupación del espacio, a finales del siglo XVII y principios del XVIII, surgiendo los llamados caseríos históricos. Sin embargo, el muestreo habitacional, según las descripciones, demuestran la ausencia de edificios notables, evidenciándose cuando en 1764 el corregidor de la Santa Ariza y Castilla en su visita por la isla no pasó de la Villa de Gáldar:
“…No se omitió esta misma deligencia con los vezinos del lugar de Agaete, a el que assí por su pobreza y reducido y no tener casa proporcionada a donde el alcalde pudiera ospedar a el Sr. Corregidor, acompañados y equipaxe, como para librarlo del costo que Don Salvador de Armas, por razón de Alcalde y pobre pudiera tener, se fixó edicto en la puerta de la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, Patrona titular de dicha parroquia, de la qual es Vble. Beneficiado Don Miguel Fernández Vello, natural del lugar del Sauzal en la isla de Thenerife, el que no se escusó de escrivirle una mui afectuosa carta a el Sr. Corregidor, convidándole y ofreciéndole su casa, pa tenerse el gusto de estar con él aunque fuera ocho dias”[45].
Las primeras referencias a la morfología urbana en el asentamiento y evolución de la trama urbana de Agaete
No obstante, tenemos que esperar hasta 1773, con el historiador Viera y Clavijo y, a 1779, con Hermosilla, para encontrarlas primeras referencias que nos hablan de la morfología urbana del lugar de Agaete:
“…Sus casas son terreras y sólo forman una sola calle…”[46].
La explicación acertada de que prácticamente en dos centurias de configuración urbana exista sólo una vía orgánica, es debida principalmente al avance lento, pero homogéneo, de la población y la dispersión de las viviendas. Aunque sin constituir un enclave numeroso como para acreditar su denominación por el entonces de pago, caserío o barrio.
De todas formas, el desarrollo en una sola calle no supone estrictamente lo dicho, ya que las casas pueden agruparse en los aledaños de la iglesia, en torno a la plaza y salir de esta vía a los callejones circundantes en los que se vierten sus fachadas traseras y laterales y las huertas. Tampoco deberá extrañar si la afirmación de Viera hace referencia exclusiva a la calle principal, no preocupándose por el contexto urbanístico, solución que creemos más aceptable[47].
Las vías de comunicación siguen siendo las mismas, a pesar de que en 1764 George Glas nos documenta que:
“Gaete o Agaete, en el noroeste de la isla, tiene un puerto con un castillo para su defensa Desde Agaete a Las Palmas hay una carretera”[48].
Suponemos que hace referencia a los “caminos reales”, ya que la carretera mencionada se concluye a finales del siglo XIX. El censo poblacional continua en alza, registrando Aranda en 1772 y Floridablanca en 1787, una población considerable aunque no se nos suministra el número de viviendas[49]. Con estos precedentes nos adentramos en el siglo XIX, en la que un documento anónimo de mediados de siglo nos dice:
“Sus casas son terreras, y solo forman una calle”[50].
Dudamos de su contenido, ya que de él se deduce que la evolución del núcleo habitacional tiene su arranque en la segunda mitad de siglo, al copiar parcialmente algunos datos de Viera y Hermosilla. Otra de las motivaciones que posibilita el dudar sobre su veracidad es precisamente porque en estos momentos se está produciendo y consolidando la fase más interesante de la historia local. Lógicamente podemos pensar que el autor del citado documento, como es habitual en las descripciones de otras entidades de población, notificase una única calle principal, sin negar la existencia de otras secundarias o callejones. No obstante, nuestro fundamento se vincula a la descripción de Madoz:
“LAGAETE: 1. con ayunt. en la isla de la Gran Canaria prov., aud. terr. y c. g. de Canarias, part. jud. y adm. de rent. de Guía, dióc. de Canaria: sit. al O. de la isla en el camino que desde la cabeza del part. conduce á la cumbre de Artenara, á la márg. izq. de un barranco que desciende de dicha cumbre; goza de cielo alegre, buena ventilación y saludable clima. Forman la pobl. 266 casas arruinadas en el pueblo, 67 en el valle y 40 cuevas habitadas: su jurisd. se estiende á dos pagos de Valle-hormillo, Tancadana, Guayedra y Virvique la Cueva”[51].
Los censos de Olive y Madoz del siglo XIX.
Aunque si tenemos en cuenta las apreciaciones de Pedro de Olive, en 1865 se establece un total de 579 edificios, 178 hogares cobijando una población de 2.501 habitantes, vinculados a una veintena de calles relevantes y a una cuarentena de topónimos alejados del caserío principal. De la misma forma, notifica las calles de Santa Rita, San Sebastián y Vista Hermosa, aprovechando el eje de penetración del municipio[52].
De Olive se desprende que la evolución de la entidad tiene lugar mucho antes de la fecha del documento anónimo, siendo una concatenación vinculada al término del siglo XVIII y principios del XIX , por lo que la autenticidad del documento referido anteriormente carece de rigor descriptivo.
Olivia Stone, en su recorrido por la Villa, nos comenta que las casas del pueblo son sencillas, con una sola excepción, la de don Antonio de Armas y Jiménez, precisamente el anfitrión de su visita[53].
Trazado y calles del término municipal en el siglo XIX. Elaboración: Elaboración: Antonio J. Cruz y Saavedra.
Calles del siglo XIX |
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Calles de trazado amplio |
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Calles de rotulación moderna |
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Vías de acceso |
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Recintos religiosos |
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Plazas |
El desarrollo urbano y económico no tiene lugar de forma improvisada
Ante la diversidad de documentos y de información, en un periodo relativamente corto, no deben existir planteamientos erróneos. Por una parte, el desarrollo urbano y económico de un entorno específico no tiene lugar de forma improvisada. Como tampoco lo es el desarrollo de la trama urbana. Es por lo que la obra de Olive es la más completa, específica y veraz en la descripción de los hechos.
Cuando en 1865 da por sentado un censo de 579 edificios, en los que 10 de ellos son de dos plantas y se emplazan en el núcleo principal, nos planteamos la objetividad de Olivia Stone, al decir de sus descripciones que tan sólo la de don Antonio de Armas era de dos pisos.
Estamos de acuerdo en que dicha vivienda constituía una excepción arquitectónica dentro del panorama urbano agaetense, aunque diferimos por todos los argumentos presentados. Más allá de la cuestión no queremos emitir opinión alguna, habida la importancia de su viaje para la construcción objetiva de un periodo histórico de verdadera importancia para el Archipiélago.
Igualmente y para el periodo comprendido entre 1845 y 1850, cuando Madoz nos documenta 266 edificios en el casco es comprensible, ya que posiblemente cuando Pedro de Olive elabora su obra, y haciendo honor al desarrollo económico y urbano, el caserío aumentó su población y sus efectivos habitacionales. Con anterioridad, en 1857 el pueblo contaba con un total de 457 viviendas, 4 cuevas, 6 cuartos y 7 casas de forasteros repartidas por toda la comarca[54].
Concentración de la propiedad de la tierra y las aguas; de la usurpación a la desamortización.
Frente al desahogo económico, a la aclimatación e introducción de nuevos cultivos, se produce una concentración de la propiedad motivada en gran medida por la usurpación clandestina de las grandes haciendas desde el siglo XVII, reforzada por las circunstancias desamortizadas, objeto que fueron para la adquisición de enormes cantidades de terrenos cultivables y contingentes de aguas[55].
Sus compradores eran de la burguesía local, sustentando su poderío en la terratenencia, que junto con el devenir de los acontecimientos hicieron del municipio un pueblo organizado y estructurado correctamente. La situación fue trascendental ya que los mejores ejemplos de la arquitectura doméstica vienen ligados al factor económico de las clases dominantes que, aunque su lugar de residencia habitual sea en la ciudad, tienen en el municipio notables casas solariegas.
La carretera Las Palmas – Agaete, sin concluir a finales del siglo XIX.
Por fin, el abandonoe incomunicación finaliza con el inicio de la carretera de Las Palmas en 1851, tratándose de impulsar a causa del cólera morbo; saliendo a remate en 1875 el quinto tramo de las obras[56]. Según Verneau, hacia 1890, la carretera de Gáldar a Agaete no está terminada y hay que recorrer senderos decorados con el nombre de “caminos reales”[57]. Por otro lado, el historiador Millares Torres, dice que la carretera llamada del “Norte” termina en el pueblo, prolongándose un ramal hasta el puerto de Las Nieves. Desde el casco principal se incrementan las comunicaciones con los caseríos más alejados, incluso con Artenara por el pinar de Tamadaba[58].
De la toponimia, manifestación de la estructura social, al apogeo urbanístico del finales del siglo XIX.
Las calles se ilustran de edificios nobles y los propios de la arquitectura rural se retiran a las calles marginales, conservándose en la toponimia local el llamado “callejón de los pobres” y la denominación de “por arriba de las casas”, reflejo de una clara discriminación arquitectónica y social. En pleno apogeo urbanístico hace su presencia la plaza de mercado, según los planos del maestro de obras Domingo de Garayzábal en 1871, toda una proeza digna de destacar para un pueblo de sus características y que lo equipara con otras entidades de población capaces de organizar su mercado interior en un recinto cerrado.
Aledañas a ésta se situaban otros edificios complementarios de usos públicos, carnicería y pescadería, que justifican el progreso de la Villa y las ideas sobre confort, higiene y salubridad y el ejercicio del poder político y económico de la burguesía local[59]. Al amparo de este edificio se ubicó el fielato, cuya función consistía en gravar los productos de la zona y los de importación[60].
Construcción del puerto de Las Nieves, el de mayor envergadura de la comarca.
El puerto tiene su consagración en el siglo XIX, según el proyecto del ingeniero don Juan de León y Castillo, cuyos planos serían aprobados por el Ministerio de Fomento el 9 de noviembre de 1864, quedando en el recuerdo el pequeño muelle de 120 varas que existía en 1862, solicitado dos años después por el Ayuntamiento[61]. Con la culminación del proyecto se incrementa el comercio con el exterior, pasando a ser el puerto menor de mayor envergadura de la comarca, cuando las comunicaciones con la capital y la Aldea de San Nicolás eran tortuosas. Esta obra de ingeniería contribuyó al relanzamiento del caserío histórico de Las Nieves, incrementándose su censo urbano y la habilitación de grandes almacenes en relación a sus actividades económicas.
El tempo parroquial eje de la nueva trama urbana, en el Asentamiento y evolución de la trama urbana de Agaete.
Las plazas
Si al término del siglo XVIII el casco se estructuraba en una sola calle principal, con casas arruadas, con el inicio de la fábrica del nuevo templo parroquial en 1874 arranca la nueva configuración urbana de forma ordenada. Ensu frente se ubica la “Plaza de la Constitución”, el proyecto actual data de 1930, cobijando en su rectángulo una serie de viviendas nobles y de estirpe antigua[62]. Fuera de lo tradicional, los edificios públicos se establecen lejos de la demarcación habitual en la concepción del agrupamiento del poder.
Dentro del trazado urbano de la Villa existen varias plazoletas. En 1865, junto a la de la “Constitución” se citan las de “Andamana”[63], y “Tenesor”[64]. En definitiva, en el siglo XIX encontramos el arranque orgánico del municipio, estructurado bajo el esquema lineal de sus ramales.
Calles y caminos
Dentro del cómputo general de calles, muchas eran simples caminos –San Francisco, hoy calle– e incluso tenían un recorrido más amplio. El cambio de nombre era frecuente, así tenemos que, en 1883, la Calle del Carmen cambió su denominación por la de Canario[65].
Asimismo, la actual calle Princesa Guayarmina, era continuación de la Concepción, conocida popularmente por “calle larga”. Muchas de las que hoy son de enorme importancia y cobijan gran cantidad de edificios, en el siglo XIX sólo englobaban algunas viviendas descifradas por su antigüedad, tomando posteriormente el nombre de personajes de la vida local[66]. De forma que nos induce a pensar en un modelo impuesto para el trazado de la Villa de Agaete, o por el contrario, se trata de una trama cómoda e inteligente adecuándose al terreno útil disponible a la agricultura, mientras el núcleo habitacional se asienta bajo un terreno desnivelado.
Aledaños a la estructura urbana
Fuera de la red organizada de calles y plazas que configuran el núcleo principal, existía en los aledaños y al margen de la estructura urbana algunas viviendas rurales relacionadas con la tenencia de la propiedad o pertenecientes a un “status social” no privilegiado.
El crecimiento marginal se dirige hacia los extremos en la centuria anterior, debido principalmente a la barrera que supone el barranco, como las murallas lo son en una ciudad medieval. Constituyendo el “ensanche” moderno de la Villa, con una superficie global superior al núcleo original. La tónica actual es la renovación del caserío.
El emplazamiento de la primitiva parroquia.
Una de las cuestiones problemáticas es el emplazamiento de la primitiva parroquia, que según la tradición lo hizo donde se ubica la calle de Las Nieves. Por el contrario Pedro de Olive no registra ningún edificio en ella. Es decir, que la iglesia lo hacía exclusivamente a la plaza de la Constitución[67] y a la Calle Real, que se articulaba en la delantera de la parroquia[68].
Pensamos, no obstante, que la mencionada calle debió tener otro emplazamiento, ya que tomaría su nombre al pasar el arranque o ramal antiguo de la carretera a Las Nieves, a través del conocido “puente viejo”, que conducía al hoy barrio marinero. Así lo demuestra el libro de actas de la junta para la construcción del nuevo templo, de donde se deduce que las casas aledañas al actual centro parroquial son de reciente construcción, espacio que ocupaba entonces la iglesia. Con la construcción del nuevo puente a finales del XIX, obra del ingeniero Orencio Hernández Pérez, la carretera cambiará su trayectoria pasando por el frontispicio de la iglesia matriz.
Es en el siglo XIX cuando tenemos las referencias más completas del primer núcleo de medianías, aunque desde el siglo XVIII, en ese afán de buscar nuevas tierras cultivables, se fortalece su hegemonía[69]. Los núcleos emplazados fuera del recinto principal se van consolidando, no como centros ordenados pero sí con una estructura adecuada de caminos, siempre vinculadas al casco urbano, lugar donde se centraliza las actividades religiosas, civiles y otras propias de la vida municipal[70].
Siglo XX en el Asentamiento y evolución de la trama urbana de Agaete.
De la consulta del nomenclátor se observa en la primera mitad del presente siglo, el auge de la población y sus actividades económicas[71]. En definitiva, estamos ante la consolidación de los caseríos marginales: El Risco, Guayedra, Las Nieves, San Pedro, Vecindad de Enfrente, etc., estancándose su población en los primeros y desapareciendo en las últimas décadas en las Guayedras, cuando las condiciones atmosféricas no eran propicias para la agricultura y la consiguiente derivación del trabajo hacia otros sectores productivos.
Esta es la panorámica que nos encontramos en el municipio a medida que avanza la centuria, pasando de la hegemonía a un estancamiento considerable, tanto de la población como de los valores que la motivaron a partir de los años sesenta.
El muelle de Las Nieves.
El muelle de Las Nieves se quedó sumido en un profundo letargo, pasando de una creciente actividad como centro aglutinador en la salida de los productos comarcales y exportaciones con la Isla de Tenerife, a un enmudecimiento invernal[72].
La carretera hasta San Nicolás de Tolentino.
La carretera se continúa hasta San Nicolás de Tolentino, bajo la tutela de Orencio Hernández Pérez, en calidad de ingeniero jefe[73], careciendo el puerto de su función preponderante en el traslado del pasaje y mercancías a la Aldea en barcos de cabotaje[74]. De este proceso nos queda sus vestigios: la plaza de mercado, la iglesia matriz, casas de estirpe nobiliaria y la construcción portuaria. Así como un censo habitacional de más de trescientas edificaciones y calles de solera, que permanecen en pie a pesar de los avatares, reviviendo el pasado de una entidad de población que alcanzó sus máximas cotas en la segunda mitad del siglo XIX.
De la estación de telégrafo, las primeras infraestructuras sanitarias y alojativas, hasta el ferrocarril desde el puerto de La Luz en Las Palmas hasta Agaete.
En el recuerdo queda la instalación de la estación de telégrafos con teléfono público en el puerto en 1898; los primeros coches que realizaron el servicio de correos; el proyecto de ferrocarril secundario del puerto de La Luz a Agaete solicitado a la Dirección General de Obras Públicas en 1911, rescatado luego por la Real Sociedad Económica de Amigos del País en 1917 y el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria en 1918. Así como las primeras infraestructuras y dotación sanitaria, la Junta Local de Sanidad, médicos –Enrique Blanco, Tomás Morales, Sebastián Petit Ramón, Manuel Sacaluga Carmona– y farmacéuticos –Francisco Burell de Magno, Fernando Egea Ramírez, Daniel Torrens Reina– con plaza en propiedad.
Aguas los Berrazales de utilidad pública.
Y las aguas termales de San Pedro, como escribiera en 1882 el inolvidable don José Sánchez y Sánchez y los numerosos visitantes e intelectuales que arribaron a este pueblo y cantaron sus maravillas –René Verneau, Olivia Stone, Samler Brown, Juan de la Puerta Canseco, entre otros–[75].
En cuyo empeño puso don Antonio de Armas y Jiménez todos los medios a su alcance para que fueran reconocidas, augurando un lisonjero porvenir para el pueblo. Primero en tiendas de campañas –que sufrió un incendio en 1909–, luego con la construcción del Hotel la Salud en 1923 y en 1931 con el Hotel Guayarmina[76].
Curas maravillosas
De las aguas se decía que hacía curas maravillosas, especialmente en las afecciones reumáticas, venéreas, sifilíticas, de la piel y de la vejiga. Por ello, hasta su declive, arribaron políticos, intelectuales, empresarios y exportadores, militares de rango, marqueses, poetas, policías, obispos, mandos de Falange y camaradas, periodistas, rectores y vicerrectores del seminario Conciliar y Universidad; que procedían principalmente de Tenerife y península, habitualmente en verano y por prescripción médica. Además de lugar de excursiones, vacaciones familiares y paraje idílico para los recién casados.
Declaradas de utilidad pública en 1929
Las aguas ferruginosas del Valle, declaradas de utilidad pública en 1929, contribuyó junto al puerto y a la red de carreteras y caminos a diversificar el panorama económico potenciando la calidad de vida de los agaetenses, la actividad empresarial y el desarrollo. Eso sí, a costa de un modo tradicional de concebir la vida y la municipalidad que nada tenía que ver con la malintencionada crónica publicada en un periódico de Santa Cruz de Tenerife en 1900, explicada acaso por el histórico pleito insular:
“Agaete no tiene nada de pueblo bonito. Las calles todas empinadas y empedradas, la plaza ó pequeña alameda desnuda de árboles y cuyos muros se encuentran actualmente medio derruidos y desencalados, la iglesia, aunque acabada de fabricar, fea y que más que una iglesia parece un palacio de tiempos atrás; todo presenta en la antigua villa un aspecto de pueblo pobre y miserable, donde se rinde demasiado culto al dios Baco y la religión de sus habitantes es la maldita pereza que les hace tender en mitad del arroyo, formando círculos y casinos improvisados, donde la lengua humana se rasca la honra y el honor del desgraciado sér, mujer ú hombre, que recorra las calles donde ellos se encuentren…”[77].
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VITRUVIO, 1970, p. 140. ↑
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JIMÉNEZ, 1960, n.o 7, pp. 18-19. ↑
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APVA. Libro de escrituras y testamentos. El poder otorgado por Isabel Keiser y Bello a favor de Ponce Rabello, Antonio Miguel del Castillo y Domingo José Pastrana ante el escribano Juan Ruiz de Miranda nos dice: “Yteen una casa Canaria en la Villa de Arriva que linda con casa de franco, García y Callejon que sale a las casas de Gregorio Bermudez las que compre a los Albaceas”. Confirmando el desarrollo urbano hacia el otro extremo. ↑
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MARTÍN RUIZ, 1978, p. 284; AMVA. Libro de actas. La importancia de la cochinilla en la villa sigue siendo capital por la superficie ocupada a finales del XIX, en plena crisis. ↑
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MILLARES, 1977, V, p. 280; AMVA. Libro de actas. El 24 de septiembre de 1910 el Alcalde don Francisco de Armas y Merino da cuenta del incendio ocurrido el día 22 que afectó a los archivos. Según la tradición fue provocado por los grandes propietarios por razones obvias. ↑
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MILLARES, 1977, II, p. 173. ↑
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BLANCO, 1976, p. 81. ↑
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JIMÉNEZ, 1960, n.o 7, p. 17. ↑
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BERTHELOT, 1978, II, p. 207. “…y no lejos de pueblo de Agaete hemos examinado otros dos edificios perfectamente conservados, los que nos han presentado alguna variedad en su construcción. El exterior es más bien cuadrado que elíptico, sin embargo de que el interior es semejante a los edificios de Arguineguin. Estas dos casas están habitadas en la actualidad por familias pobres; el techo se ha conservado intacto hace más de tres siglos y el maderamen que lo sostiene no parece deber destruirse tan pronto. Las grandes vigas son de un hermoso pulimento y la escuadria parece haberse hecho con instrumento cortante. El techo se halla formado por piecesitas de maderas transversales que se cruzan con regularidad”. Este reaprovechamiento de las antiguas estructuras sigue ocurriendo en la actualidad. ↑
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SERRA, 1972, p. 24. ↑
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SÁNCHEZ, 1975, n.o 21, p. 364. ↑
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JIMÉNEZ, 1968, n.o 14, pp. 35-115. ↑
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OJEDA, 1977, p. 185. ↑
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VERNEAU, 1981, p. 170; AMVA. Libro de plenos. En 1959 el Alcalde Martín Rosario Expósito acuerda incluir en el inventario de bienes los siguientes caminos públicos: El Camino Real de Agaete a San Nicolás de Tolentino; el Camino Viejo del pueblo al puerto de Las Nieves; el Camino Real desde Agaete a Las Palmas; el Camino Real desde el Valle a Barranco Hondo y Artenara; el Camino desde el barrio de San Sebastián al Roque Maninidra; Camino Nuevo; Camino de Las Chuvicenas; el Camino de Las Burreras; Camino del Draguillo; el Camino Real desde el Valle a Tamadaba y el Camino desde Agaete a Tamadaba. ↑
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OLIVE, 1865, p. 35; AMVA. Obras públicas. ↑
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AMVA. Domingo de Garayzábal. Memoria de construcción de la plaza de mercado. ↑
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AMVA. Libro de plenos. El Alcalde Graciliano Ramos Medina acuerda que el fielato se establezca en la calle Concepción n.o 17 esquina con la plaza Tenesor. ↑
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AMVA. Libro de plenos. ↑
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AMVA. Obras públicas. Expediente de proyecto y subasta de las obras de construcción de la plaza de la Constitución. Fue rematada por Francisco Padrón Godoy en 6.125’50 ptas, dando comienzo las obras el 20 de noviembre de 1929 con finalización el 31 de mayo de 1930. ↑
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OLIVE, 1865, pp. 1.243-1.245; APVA. Libro de actas de la junta local diocesana. ↑
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En la de Tenesor y al amparo de un frondoso eucalipto, talado luego para hacer carbón, tenía lugar la subasta de las aguas. ↑
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OJEDA, 1977, p. 117. ↑
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AMVA. Libro de actas. A raíz de la guerra civil los nuevos ediles optan por cambiar el rótulo de las calles y plazas más significativas. En 1937 la comisión gestora acuerda dar el nombre de plaza del general Franco a la de la Constitución, de Calvo Sotelo a la primitiva calle de la Cruz y de José Antonio Primo de Rivera a la calle de la Constitución. ↑
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OLIVE, 1865, p. 1.244-1.256. ↑
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APVA. Libro de cuentas de fábrica. ↑
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MACÍAS, 1977, n.o 23, p. 293. ↑
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AMVA. Obras públicas. Los verdaderos enlaces con estos caseríos tiene lugar durante la 2ª República. El expediente del camino vecinal del Hornillo a Artenara se fecha en marzo de 1927; el 22 de junio de 1931 se concluyen las obras del camino vecinal desde la Cruz Chiquita a las Casas del Camino, ejecutadas por el Cabildo Insular y el Ayuntamiento. En 1935 se comienza el camino vecinal de las Vueltas –desde las Casas del Camino a Artenara–, pasando por los Baños de los Berrazales en el caserío de la Solana. ↑
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AMVA. Nomenclátor. ↑
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AMVA. Obras públicas. Expediente solicitando del Ministro de Fomento el estudio y la ejecución posterior de las obras de prolongación del puerto de Las Nieves. ↑
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RODRÍGUEZ-DÍAZ DE QUINTANA, 1978, p. 86; AMVA. Libro de plenos. ↑
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Algunos de los barcos, pailebotes y bergantines que utilizaron este puerto de escala fueron: Pilar, Carmen, Gabriel, Carolina, Santiago, La Rosa vieja, San José, Cristina, Estrella, Adají, Antonio de la Rosa, Remedios, Federico, Esperanza, Rosario, San Antonio, Adán, Bella Lucía, Celia, Elvira, Tiburcio, Tinerfe, Telégrafo, San Juan y La Rota. ↑
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CRUZ, JORGE, 2008. ↑
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El edificio, propiedad de Antonio Abad Medina, era de recién construcción, de estilo moderno, con 60 habitaciones dotadas con todas las comodidades del momento; AMVA. Libro de permanentes. En 1931 se da registro a la instancia presentada por Antonio Suárez García a la que acompaña el plano con arreglo al cual había de construirse un edificio en el balneario de “Los Berrazales”, con destino a hotel. ↑
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Gente Nueva, 26 de junio de 1900, Santa Cruz de Tenerife, p. 6. ↑
AMC, Archivo Municipal de Córdoba.
AFA, Archivo Familia de Armas, don José de Armas Díaz, Villa de Agaete.
AGS, Archivo General de Simancas, Valladolid.
AHDLP, Archivo Histórico Diocesano de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria.
AHPLP, Archivo Histórico Provincial de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria.
AHPSCT, Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife.
AMC, Archivo del Museo Canario, Las Palmas de Gran Canaria.
AMT, Archivo Miguel Tarquis, Departamento de Arte de la Universidad de La Laguna.
AMVA, Archivo Municipal de la Villa de Agaete.
APG, Archivo Parroquial de Guía, Gran Canaria.
APSCQ, Archivo Parroquial de Santa Coloma de Queralt, Tarragona.
APSG, Archivo Parroquial de Santiago Apóstol, Gáldar.
APVA, Archivo Parroquial de Nuestra Señora de la Concepción, Villa de Agaete.
ARPG, Archivo Registro de la Propiedad de Guía, Gran Canaria.
FEDAC, Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria.
Agaete a través de la historia
Presentación de la publicación Arquitectura y Artes Plásticas en la Villa de Agaete
Turismo de Salud en la Villa de Agaete
La parroquia de Nuestra Señora de la Concepción: 500 años después